En 1955 Juan Rulfo deslumbró a propios y extraños con la publicación de Pedro Páramo, un alarde de técnica, estructura y fuerza narrativa. Si en esta novela engendradora de modernidad, pero con los fundamentos en la tradición cultural popular mejicana, Rulfo hacía viajar a su protagonista, Juan Preciado, a Comala en busca de su padre, es decir, de su identidad más íntima; en 2018, Álvaro Enrigue, redobla la apuesta con Ahora me rindo y eso es todo, editada por Anagrama. Ahora, el propio escritor viaja al territorio sin tierra de la Apachería en busca de una identidad, en este caso colectiva, para reflexionar, entre otras muchas cosas, que quizás las identidades ya no existen y son una invención del lenguaje y de los ganadores de la Historia.
Apachería fue el término acuñado por los españoles, cuando llegaron a la Nueva España, para denominar todo territorio habitado por los indios apaches. Enrigue se sirve de él para situarnos en la frontera entre Méjico y los EEUU, y transportarnos en un brutal ir y venir en el tiempo, del pasado al presente, del presente al pasado, acompañados de los habitantes míticos de la Historia –como el gigante Gerónimo que da título a la novela con la frase que pronunció al ser apresado por los yanquis-, de los habitantes de la infrahistoria – Camila, mujer secuestrada por los apaches y su rescatador, el teniente coronel Zuloaga- y del propio Enrigue que nos hace cómplices de su investigación para la escritura de su novela y testimonios de cómo el pasado se vierte en los dilemas, miserias y esperanzas que él mismo, como mejicano globalizado, se va encontrando a lo largo del viaje con su familia por los escenarios de su novela.
Esta superposición de los tiempos es uno de los aciertos magistrales de la novela. Otro de los puntales de esta obra ambiciosa y total es su apuesta y reivindicación por la escritura más radical, es decir, aquella que tan solo obedece a sus propias reglas porque la escritura lo puede todo. Puede hacer renacer vidas y pueblos aniquilados, nos puede desvelar nuestros vínculos ocultos con el pasado, nos puede hacer comprender los comportamientos más crueles y más loables del ser humano, sea este indio, blanco o mestizo.
En esta novela, la escritura de Enrigue se convierte en el testimonio de la extinción de una lengua, de una cultura, de un mundo y de los seres humanos que los mantenían vivos hasta sus últimas consecuencias, es decir, convertir el escribir sobre ella en la prueba irrefutable de su extinción.
Western, poesía, reflexión histórica, humor, crueldad, ternura, mujeres poderosas…Todo ello mezclado con sabiduría y equilibrio, con una capacidad pasmosa para asociarlo todo: niños que juegan a futbol en Berlín con los niños perdidos en la historia de la frontera mejicana, la revolución evolutiva que representó la doma del caballo a partir de las ideas que asaltan al propio Enrigue mientras toma un café en Croacia.
Todos estos elementos están perfectamente unidos, en una doble progresión narrativa: interna –a cada página, la novela profundiza más en los personajes del pasado hasta resucitarlos y dotar de carne y hueso y psique al mismísimo mito de Gerónimo- y externa -avanza para conseguir transmitir la sensación de globalidad histórica hasta alcanzar la fusión perfecta y magistral entre pasado y presente justo cuando Enrigue y su familia se encuentras en la frontera entre Colorado y Méjico-.
Sin ánimo de desvelar incógnitas, es impagable el encuentro final entre el teniente coronel Zuloaga y Camila. Embarazada de su captor y ahora admirado jefe Mangas Coloradas, ella desarma a su rescatador que la apremia a volver con su familia: ¿a qué familia se refiere?, le responde ella.
En tiempos de banalidades supuestamente literarias, esta novela exige lectura lenta, no hay párrafo sin enjundia, sin que te detenga a pensar, a saberte consciente de un inmenso proceso evolutivo y de si es posible la expiación de los pecados del mundo occidental.
Desaparecidas las identidades nacionales, quizás la literatura es la verdadera estirpe a seguir, a respetar para poder reinventarla, tal como hace Enrigue para situar las letras mejicanas en la vanguardia de la literatura de este siglo que se consume a velocidad de logaritmos y pantallas de litio.
Porque la escritura lo puede todo. En Comala, en la Apachería y donde sea.

Xavi Ballester

Darreres Entrades RECOMANATS