En el curso de una gira de conferencias por los Estados Unidos, Evelyn Waugh descubrió los peculiares ritos funerarios de las antiguas colonias inglesas de ultramar. El resultado de la contemplación de este submundo delirante, edificado en los márgenes de la sociedad de la opulencia para recibir con babilónica grandiosidad a quienes la abandonan para siempre, fue Los seres queridos, una de las novelas de humor más negro de la literatura inglesa, en la tradición de Swift.
Los cadáveres de seres humanos y de amados animales domésticos son tratados de la misma manera, y su último viaje es igualmente fastuoso; en alguna ocasión, como en el caso de la inefable Aimée Thanatogenos, su cadáver es incinerado con el de sus perros mientras Dennis Barlow, el joven poeta inglés, alter ego de Waugh, recita poemas de Poe.
Los seres queridos, una novela desopilante, es también una sátira radical de un mundo que utiliza el dinero para evitar enfrentarse a la conciencia de la muerte, y maquilla y disfraza a sus muertos hasta convertirlos en ridículas parodias de los vivos.