Con sus relatos construidos palabra a palabra, intensos como un poema, Raymond Carver, fallecido en 1988, había ya ingresado en ese parnaso donde la obra de un escritor está completa, y no tendrá otra modificación que las introducidas por las diferentes lecturas que de ella se hagan en el curso del tiempo. Al parecer, todo lo que importaba había sido ya publicado. Pero ahora, años después de su muerte, Tess Gallagher, la viuda de Carver, escritora y poeta, ha encontrado y editado cinco relatos que, como afirma Publishers Weekly, serán para la legión de admiradores del escritor «como un alijo de diamantes descubiertos en una mina abandonada».
Relatos espléndidos, precisos, estremecedores, que transcurren en el carveriano territorio del noroeste americano, con hombres que han dejado de beber y están en la línea divisoria entre dos vidas, con parejas que ya no se aman y empiezan a mirarse como extraños, con un escritor que ha abandonado a su mujer, ha alquilado una habitación y está intentando empezar a escribir otra vez, a partir de «ese vacío que es el comienzo de todas las cosas».