La primera novela de Cornia se convirtió en su país en un verdadero fenómeno. Los lectores y la crítica fueron seducidos inmediatamente por su título y por aquellos personajes (una tía, una madre, un padre, algunas novias) que ?cercaban? casi al protagonista de este entusiasta canto a la vida que se viste con un envoltorio clásico para lograr una obra maestra de la autoironía sobre los afectos en el mundo contemporáneo.
En realidad, resulta muy difícil hablar de este libro tan, como suele escribir, especial; y tan hermoso. Si acaso, podemos establecer algunos parentescos:
Sería, así, como una de esas canciones que te levantan el ánimo, aunque, paradójicamente, la narración esté construida sobre la muerte de los seres queridos.
Como el primer documento, o el último, de una no-religión, porque la felicidad que causa su lectura debe de parecerse al alivio terrenal de las personas de fe...
Como un decálogo filosófico para el buen vivir, y para el buen amar (sin olvidar el sexo puro, o el puro sexo). Sin amargura, pero también sin caer en lo sentimentaloide. Y, lo más importante, sin cinismo alguno, sin mirar por encima del hombro al ?género humano?.
Un libro indefinible, y apasionante, uno de nuestros favoritos.