Trudy mantiene una relación adúltera con Claude, hermano de su marido John. Este, poeta y editor de poesía, es un soñador depresivo con tendencia a la obesidad. Claude es más pragmático y trabaja en negocios inmobiliarios. La pareja de amantes concibe un plan: asesinar a John. El motivo: una mansión valorada en ocho millones de libras que, si John muere, heredará Trudy. Pero hay un testigo de esta maquinación criminal: el feto que Trudy lleva en las entrañas. Y en una pirueta de triple salto mortal que parece imposible de sostener pero le sale redonda, McEwan convierte al feto en el narrador de la novela, desde la primera página hasta la última.
Lo que sigue es una mezcla de comedia negra, trama detectivesca y astuta reescritura intrauterina de un gran clásico, por cuyas páginas asoman también una joven poetisa amante de John y una bregada inspectora de policía. Pero además de observar desde primera fila los preparativos del asesinato de su padre a manos de su madre, el feto filosofa sobre el mundo y la vida, lanza preguntas incómodas y se lo cuestiona todo, mientras las copas de vino que bebe su madre tienen efectos mareantes sobre él.
A partir de un narrador inaudito, Ian McEwan plantea un audaz experimento literario que es un auténtico tour de force sólo al alcance de un escritor superdotado. Y el resultado es una novela redonda que avanza con el palpitante ritmo de un thriller, trufada del mejor humor británico.