El 11 de septiembre de 2001 dos aviones se estrellan contra las Torres Gemelas, en Nueva York, y Clémence Boulouque se encuentra no muy lejos de allí.
Ese atentado terrorista le hace recordar las bombas que estallaron en París cuando era niña: en la oficina de correos del Ayuntamiento, en el supermercado Casino de la zona de Défense y en el pub Renault, en la prefectura de la policía y delante de los almacenes Tati, en la rue de Rennes...
Ese atentado terrorista le hace recordar aquellos otros muertos. «Un joven juez parisino se hizo cargo de aquellos casos. Yo llevo su apellido y su duelo», escribe Boulouque.
Su padre, uno de los jueces más mediáticos de la historia de Francia, se ocupó de aquellos expedientes del terrorismo islamista durante algunos intensísimos y difíciles años y, poco después, se suicidó una noche cuando ya no pudo soportar más la insidia o las acusaciones de algunos miembros del sistema judicial francés, la controversia política, la presión de los medios de comunicación. «Un héroe cansado», dijo alguien sobre él años después.
Se disparó con el arma que la propia Clémence había tenido un día en sus manos. Se disparó una noche, a pocos metros de las habitaciones de su hijo y de su hija, cerca de su esposa. Estremecedora, emocionante y, a la vez, llena de consuelo, he aquí una primera novela fundamental, que cosechó críticas entusiastas en su país.