En este breve tratado, Paul Klee analiza el proceso creativo con una agudeza y una precisión raras en los textos sobre arte contemporáneo. En opinión de Herbert Read, que firma la presentación, constituye «la declaración más profunda y esclarecedora de las bases estéticas sobre las que se fundamenta el movimiento del arte moderno que haya hecho nunca ningún artista en activo». Para Klee, explicar el arte representa, ante todo, un ejercicio de autoanálisis, mediante el que nos descubre qué sucede en la mente del artista cuando observa y, posteriormente, cuando traslada aquello que ve al plano bidimensional de la pintura. El rigor y la lógica con la que deconstruye su propia metodología –el uso de la línea, el valor tonal y el color– permiten aplicar su análisis no sólo a su obra, sino a la de otros grandes maestros, como Tiziano, Velázquez o Rembrandt. Todo ello sin olvidar que Klee sobresalía en otra disciplina –la música–, por lo que aquello que expone sobre pintura es igualmente cierto en las composiciones de Bach y Mozart.
Paul Klee (Münchenbuchsee, 1879 – Muralto, 1940) artista suizo-alemán, hijo de padres músicos, fue conocido por su estilo singular e independiente. Empezó a estudiar violín a los siete años y poseía un talento tan excepcional que cuatro años más tarde recibió una invitación para tocar como miembro extraordinario en la Asociación de Música Bernesa. Se formó artísticamente en Múnich, donde estuvo vinculado al grupo Der Blaue Reiter (El Jinete Azul), junto con Vasily Kandinsky, Franz Marc, August Macke y Alexej von Jawlensky. Tras licenciarse, viajó por Italia y Túnez, donde la luz del norte de África le hizo descubrir el color, que sería a partir de entonces el motivo principal de sus investigaciones artísticas. Durante la guerra fue movilizado, pero siguió pintando, sobre todo acuarelas, con su característico estilo luminoso con cierto aire expresionista. Entre 1921 y 1931 fue profesor en la Bauhaus y, posteriormente, en la Akademie de Düsseldorf, de la que fue expulsado en 1933. Tras la llegada del nazismo y la declaración de su arte como degenerado, tuvo que abandonar Alemania y regresar a Berna, donde transcurrieron los últimos años de su vida.